enero 03, 2006

... y uno de Brodsky



Prolegómeno
“Hay hombres que conocen mil variedades de hierbas, otros
conocen variedades de peces,
yo, de separaciones.”
Nazim Hikmet, “Autobiografía”.


Mi historia nada tiene
en realidad
de excepcional:
una casa de muchas
en las cercanías de un río,
como el comienzo de otra historia
bucólica y bostezante.

Ahí llegamos,
mis perros y yo,
desde un departamento perseguido
una media luna de café con leche
y el olor de los pescados en el puerto;

una infancia gris con el Gran Gris
como telón de fondo:
todo era sujeto de sospechas
caso de asistente social
oficina pública de ojos listos a gritar
todo era un “nunca más” que se iba a repetir
durante todos los minutos de mi vida;

una caída libre desde el borde de un canal
un homicidio rescatado entre las páginas
políticas de la crónica roja
un bonete maulino escurriendo el agua turbia
de los aires acondicionados del down town.

Mi mundo no ha tenido en realidad
nada ni lejanamente excepcional.

No exageradamente ancho
no inabarcablemente ajeno;

quizás talvez quien sabe
un poco levemente amortiguado
en sus polos;
ligeramente chueco,
como un cuadro que tras un portazo
nadie se encargó de reponer en su lugar.

Pero nada mundo de otro mundo
ni barcaza que hunde Palinuros a destajo,

sólo brisa fresca, olor a queso
y los ligamentos maxilares agotados.

Mi mundo vida firmamento
con nada se ha lucido en realidad:

las clandestinidades prestadas y la droga
van y vienen como pleamar enfermo
y cuando los músculos duelen de verdad
siempre hay una cama donde echar los huesos.

Dos textos de Fuentes...


Tremens
Ahí viene esa jirafa de nuevo.

Juro que estas últimas dos horas
la he visto acercarse una veintena de veces.

Primero mira a la distancia,
luego avanza sigilosa.

Curvando su cuello de lado a lado,
pega su ojo al cristal de mi ventana
y echa un vistazo a mi dormitorio.

Juro que puedo escuchar sus largas
pestañas de paja cuando se cierran.

Quiere verme y no puede:
yo estoy disfrazado de cama o maceta.

La verdad, estas bestias me aterran.

Por la mañana fueron los gallos
torciendo sus patas hasta la resquebrajadura.

Por la tarde, siete monas reventándose
el cráneo contra las cunetas.

Y qué decir de las noches:
cuá-cuá y mú-mú y guau-guau
miau-miau y pío-pío y guarup-guarup.

Oh, el culo mayor de los animales en celo.



Mister Life & Miss Death
Esa muerte no fue hecha a su medida.

Esa muerte sobra por centímetro y medio
las ganas que tiene de amar ahora.

Esa muerte nunca supo de sus vicios,
aunque él jamás tuvo la delicadeza.

La verdad, nunca se conocieron.

Ella solo supo de un tal Mr. Life,
él solo vio su nombre escrito
en la portada de unos libros que jamás leería.

Nunca tuvo el cálculo a la vuelta de la esquina
donde hoy aparece fulano con calibre entre las cejas
y le da un tiro como quien reparte monedas.

Le dieron, mujer, le dieron.

Llama a los ángeles que le dieron.